Cuando llegue la muerte por mí, le pediré una calavera
para endulzarme los dientes y continuar la vida eterna
pues de entre sus huesos su frío aliento apagará mi vela
en el lóbrego valle del tiempo, mi ocaso ya me espera
y todo el tiempo que deambule entre las grutas lóbregas,
sombrías, llevaré su recuerdo y su sonrisa etérea...
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