jueves, noviembre 29, 2018

SOMBRAS


Maldito y recontramaldito sea este pavor que le tengo a las sombras, al grado de quedar inerme y congelado al ver cuando una sombra se aproxima a mí; todo esto a raíz de unos sucesos ocurridos hace tan sólo una semana. Tan es así que ahora cuando percibo mi sombra, el simplemente verla, me hace empezar a correr tratando de huir de los recuerdos de aquellos hechos que presencié y en los que se vio involucrada mi, hasta ese entonces, tranquila sombra. En cuanto me percato que hay sombras extrañas, trato de huir presa del pánico provocado por imágenes tan vívidas que aún no puedo desterrar de mi memoria, trato de huir con tanta desesperación así como huyeron del exterminio tantas y tantas personas en las guerras desde los antiguos imperios hasta las actuales sangrientas guerras igual o más crueles. Sin embargo, el ser humano puede huir de todo menos de sus recuerdos.
Pero bueno, seré breve en la descripción de estos sucesos ya que estos asfixiantes recuerdos todavía siguen frescos y la locura no ha terminado por embriagarme totalmente.
Hace una semana regresaba a casa de un día monótono de trabajo a eso de las 10 de la noche. Al bajar del camión transité por la ruta de años conocida, no sabía que algo inusual me esperaba. No sabía que en la calle que estaba a punto de empezar a recorrer y en la cual me había percatado que ese día estaba bajo un halo inusual de oscuridad, habrían de acontecer eventos que servirían de umbral para la paranoia y cuna de la creciente locura. Preferí no circular por la banqueta y hacerlo por media calle, ya que era por dónde se presentaba una mejor iluminación suministrada por la Luna y algunas casas y postes con luminarias alrededor que me permitiría caminar sin riesgo de tropezar. Ya llevaba unos metros recorridos cuando sentí que detrás de mí alguien caminaba, digo alguien y no algo porque todavía no creía en presencias extrañas. Todo empezó ahí, la luz a mi espalda proyectaba frente a mí, la sombra que siempre me ha acompañado, pero también proyectaba otra sombra, a mi costado derecho, que parecía quería darme alcance. Una sombra que mi vista percibió como si se estuviera estirando. Por un momento pensé que podría tratarse de alguien que quería asaltarme así que giré rápido sin encontrar persona alguna que fuera dueña de esa sombra, la presencia se había esfumado. Por un momento pensé que el cansancio me había jugado una mala pasada al hacerme alucinar, así que continúe mi camino. Al haber avanzado unos metros más, volví a sentir la presencia de la sombra, ésta se lanzó sobre mí, hasta ese momento, impávida sombra. Me tiré al suelo pensando que alguien se abalanzaba sobre mí, pero nada, no había nadie, ah pero esa sombra, ¡ahí estaba forcejeando con mi sombra! Mi sombra no seguía mis movimientos, yo la contemplaba desde el suelo. Veía como quería huir, soltarse de la sombra de la presencia, sin poderlo lograr ya que estaba atada a mis pies. Mi sombra no podía separarse de mí. Este hecho hizo que volteara a ver la parte de los pies de la sombra, de esa malévola presencia. Me di cuenta que la sombra se estiraba desde la oscuridad que residía entre un árbol y un auto a unos metros de ahí a donde no alcanzaba a llegar la iluminación proporcionada por la luminaria más cercana. Saqué fuerzas de lo más profundo que hay en mí, tal vez saben a qué me refiero, cuando el miedo te aterra pero no te deja caer y no te permite darte por vencido. Así que ubicando la luminaria más cercana a mí pero más alejada del punto de origen de la presencia, traté de dirigirme a ella, primero arrastrándome, hasta que pude ponerme de pie y correr con mi sombra delante de mí como si fuese ella quien tuviera más prisa por llegar al área bien iluminada bajo el poste. Una vez que llegue al sitio bien iluminado, me quedé atónito al ver como esa maldita sombra trataba de alcanzarme estirándose todo lo que podía y tirando manazos, manotazos y arañazos, sin poderlo lograr. Saltando entre los intersticios cubiertos por la oscuridad no conseguía acercarse, parece que eso le irritó más, ya que sus intentos se tornaron más frenéticos hasta que con el tiempo se apaciguaron y terminó alejándose. Una vez que esto pasó, corrí, corrí raudamente a mi hogar, tratando de evitar en mi travesía toparme con sombras oscuras, no temiéndole a las sombras tenues sino a las realmente oscuras como la noche, totalmente oscuras como la presencia.
He tenido algunos encuentros más con esa sombra pero ninguno tan aterrador como el primero que aquí he descrito aunque debo remarcar que un par de días después, al verme abrumado por esa presencia sin poder correr, desesperado alcancé a sacar el celular y con la lámpara del mismo herirla, digo herirla porque vi cómo se sacudió cuando proyecté la luz sobre ella alejándose despavoridamente. A partir de aquí he visto cómo en cuanto me cobijo con luz alrededor de mí, esa sombra se marcha iracunda, temblando como si la rabia la consumiera. Ahora cargo siempre con un montón de aditamentos que me permiten iluminar los lóbregos senderos por donde he de transitar cuando percibo que esa sombra se aproxima.
Hago todo lo posible por no volver a estar presente en sitios similares a aquel donde mi aciaga suerte conoció su destino, de hecho, ya no camino por esa calle sin importar siquiera si es de día o de noche. Tengo el celular configurado para que con un movimiento brusco encienda la lámpara con bastantes lúmenes para poder ahuyentar a la presencia, cargo también baterías externas, lámparas pequeñas, de led, con batería y sin batería, todo un arsenal lumínico... así intento sobrevivir.

Nadie me cree, nadie, piensan que es broma, que es mi imaginación. Espero ninguno de ustedes pase por esto, realmente lo espero.
Es terrible cuando la oscuridad te sigue.

miércoles, octubre 31, 2018

Sí no


¿Las decisiones de uno, marcan el sino que se recorrerá? Puedo decir que sí y así es como empiezo esta historia, tratando de no verme superado por los recuerdos aterradores de una cadena de hechos, de sucesos que me han perseguido sin dejarme descansar. Bueno, permítanme presentarme, mi nombre es Marco y soy productor de cine y usuario asiduo de la tecnología, de lo que ahora llamo la maldita tecnología. Es debido a esto que hace poco cambié de teléfono móvil, compré el modelo más reciente de una marca reconocida, pero ese no fue el problema, el problema es mi obsesión por el uso de internet y las aplicaciones que de repente me desconectaban de mi alrededor. Google, un montón de aplicaciones populares y wikipedia, suelo vivir conectado a ellas.

Hace semanas, entre tantas aplicaciones disponibles, bajé una llamada ¿sí no? Una aplicación en la cuál se puede formular una pregunta y en un breve tiempo tener la respuesta, obviamente obtenida de la búsqueda en la base de datos más grande, la internet. No sé si la aplicación me daba las respuestas al buscar en google u otros usuarios tenían la facultad de responder, ya que según la nota de la aplicación, uno podía responder preguntas alcanzando cierto puntaje como usuario de la aplicación. Al final de cuentas, la aplicación me decía, por dónde había menos tráfico, dónde estaba el torito, dónde podía comprar algo más barato o más rico o inclusive si alguna película me gustaría (de seguro basado en los "me gusta" de mis redes sociales). Aunque eso sí, algunas veces las respuestas eran tan ocurrentes y divertidas, de ahí el pensar que otros usuarios de la aplicación me contestaban, al final de cuentas, en internet no hay privacidad.

En la aplicación comúnmente tenía activada la opción "incógnita", la cual no era una simple respuesta a alguna pregunta que pudiera yo formular si no que permitía una interacción más profunda mandando algo así como noticias. Por ejemplo, un día manejando, me llegó el mensaje "Cuidado con el choque". Al leerlo, me distraje pero un golpe fuerte me aturdió sacándome de mi dependencia del celular, casi choco con el auto delante de mí, que frenó bruscamente para evitar la colisión con el auto adelante de él, el cual chocó en el momento que recibía el mensaje; alcancé a reaccionar y pisar el freno. Al ver en el celular a la persona del auto delante de mí, supuse que él también tenía la aplicación y había alertado al azar. Pero el destino no deja nada al azar, deja cabos sueltos para que nosotros los vayamos conectando y en función de nuestras decisiones llegar a un nudo del que no nos podamos zafar, eso es el destino.

El uso de esta aplicación me fue consumiendo, cada vez dependiendo más de ella, por ejemplo, un día en un bar céntrico, sumergido en la aplicación, no me percaté que unos amigos, Luis, Robert y Elena, habían llegado y estaban en la mesa frente a mí, hasta que la aplicación me dijo que levantara la cabeza y ahí fue cuando me percaté de su existencia, ellos también voltearon a verme riendo, asumí que ellos habían mandado el mensaje en la aplicación, ya que Luis la utilizaba.

Ese mismo día, ya de regreso a casa, pasado de copas y a punto de dormir, la aplicación me dijo: "Mira debajo de tu cama". Lo primero que dije fue: Ah cabrón, no mames; pero decidí ya recostado inclinarme para ver debajo de la cama utilizando una mano para apoyarme en el suelo y con la otra levantando lentamente las sábanas que me impedían ver debajo. ¡Oh tremendo susto! Salió de la nada mi gata corriendo endiabladamente. La había asustado al mover las sábanas, ella de seguro estaba durmiendo debajo. Exclame: ¡Ay cabrón, pinche gorgona! (El nombre de mi gata). Me eché a reír repitiendo: ando bien pedo y poco después me quedé dormido.

Al día siguiente, llegando a la oficina, Luis me preguntó si no había visto su mensaje en whatsapp, mi respuesta fue no. Chequé en mi celular y me percaté que no tenía datos y se lo externé a Luis. Él me dijo que ya sabía que no tenía datos desde el día anterior, cuando salimos del bar nos desconectamos del wifi y ya no pude pedir uber así que ellos me llevaron a casa. No recordaba esto, los excesos provocan efectos no deseados, como que olvidara esto último ayer debido a mi estado de ebriedad. Me conecté al wifi de la oficina y el resto del día transcurrió con mensajes irrelevantes de la aplicación excepto uno: "Recuerda la junta en 10 minutos". Rayos, lo había olvidado, la aplicación accedió a mi cuenta de google calendar y me recordó este hecho.

Al llegar a casa, me fijé que no estaba conectado a internet, no tenía datos, me di cuenta que el dispositivo de wifi estaba desconectado. No recuerdo haberlo desconectado en la mañana, es más, no recuerdo haberlo conectado al llegar borracho a la casa. En eso, la aplicación me mandó un mensaje: "Contesta". Cuando lo estaba leyendo, sonó el teléfono fijo de mi casa. Del susto hasta salté. Recuperándome del susto, contesté, era mi hermana. Me dijo que gorgona, la gata que tanta compañía nos hacía, había muerto el día anterior en el consultorio del veterinario, al parecer había sido envenenada. Me comentó que había intentado localizarme ese día para decirme pero no pudo.

Abrumado por la noticia, me despedí de ella y colgué. Me tomó unos minutos darme cuenta que había recibido el mensaje "Contesta" de la aplicación, sin siquiera estar conectado a internet. Hice una mueca con ruido de desconcierto incluido, un ruido de confusión, preguntándome en voz alta ¿gorgona no salió ayer en la noche de debajo de mi cama?

Intenté desinstalar la aplicación pero todo esfuerzo fue en vano. Cuando comenzaba a obscurecer, la aplicación me mandó otro mensaje; primero lo ignoré pero la ansiedad, la inquietud, el miedo, son sensaciones terribles que alimentan una angustia que se torna asfixiante en momentos álgidos. Decidí tomar valor y ver el mensaje. "Mejor no apagues la luz", pude leer mientras un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. "Chingue su madre", dije pensando en huir de mi casa, pero llevando el celular para tratar de localizar a alguien que pudiera menguar esta sensación.

Corrí a casa de mi hermana y le conté, siendo testigo de su mirada incrédula, sobre la aplicación y lo que había estado sucediendo. A los minutos de concluir el relato y mientras ella me preparaba un café, un ente hizo acto de presencia. Me sobresalté tanto, y con un grito casi afónico que la alerté sobre lo que ocurría, era una presencia. Ella corrió hacia mí preguntando:- ¿Pero qué pasa?- una presencia, en el umbral de la puerta- dije.
- Sigues imaginando cosas - me dijo - Marco, relájate. Muchas veces nuestros cerebros juegan con nosotros, nos hacen ver siluetas donde solo hay sombras.
- No es solo la sombra, ¡sino lo que trae en la mano! - grité exaltado.
En eso, se escuchó un estrepitoso quejido proveniente de los recovecos más oscuros cercanos a la puerta.
Ambos volteamos instintivamente sincronizados en máxima alerta.
Ella gritó, frente a nosotros se erigía una presencia negra como la noche. En su mano izquierda llevaba una cadena con la cual apresaba un conjunto de sombras y luces que la jalaban como intentando desprenderse, intentando huir de la agonía, mientras emitían sollozos y gritos ahogados de desesperación. Una de las luces, moribunda, emitió unos sonidos raros, vibraciones que me pareció interpretar como un: corran.
Salimos despavoridos del lugar. Una vez pudimos calmar la respiración, mi hermana me preguntó -¿qué hiciste, cabrón?
- Es la aplicación, la maldita aplicación llamó o despertó a esto... - me percaté que tenía el celular en la mano y cuando se la iba a mostrar llegó una alerta de la aplicación en la que pudimos leer: ¿y a dónde vas a huir

Continuará...

HUIR DEL AMANECER


¿Esperabas que la noche durara más?
¿Que el amanecer no llegara tan impertinente?
Insistiendo y recordándote que se agotaba el tiempo
recordándote que debías huir raudamente
sin mirar atrás, sabiendo que un segundo de distracción
un simple segundo, podría provocar ardor y dolor
calar profundo, con esa luz que desgarra,
huir ocultando tus colmillos.


Maldito tiempo que llega a destiempo.

miércoles, mayo 30, 2018

EL VIOLINISTA

El violinista (Fragmento):



Cada nota taladraba las ya derruidas paredes de la habitación; cimbraba los recovecos de mi alma, pero no dejaba de tocar el violín. Con mis dedos ennegrecidos y entumecidos acariciaba una y otra vez las cuerdas que suplicaban a la muerte. Con rostro demacrado, ojeras impresas (ya con el tiempo habían borrado mi sonrisa), y con mi figura cansina y marchita, no dejaba de tocar.
No dejaba de producir esas notas, sabiendo que si dejaba de tocar, en cualquier momento ella se diluiría en sus últimos suspiros, se desvanecería hasta quedar solo lo eterno.
Todo por vender mi alma para ser el mejor violinista de la tierra, sin saber que el alma que realmente entregaba era la de mi amada que yacía enjuta en su lecho junto a mí con los dedos crispados como si intentase traspasar su dolor a las raídas sábanas.
Así que con el cuerpo famélico, lleno de hastío, seguía produciendo esos acordes que eran como latidos. Una y otra vez leyendo las partituras que el tiempo se había encargado de horadar en mi memoria, reproduciendo esos sonidos que estoy seguro se escuchaban hasta los mismos recovecos del infierno.
Acordes que estremecían a la noche y que herían a los pocos rayos del sol que penetraban por la ventana. Acordes que también aturdían a las sombras, sombras que intentaban estirarse hasta rozar su aliento, notas que las mantenían al margen de la habitación.
Y aquí sigo… no dejo de tocar, de pie junto a su cama. Persisto, desgarrando hasta mis últimas fuerzas. Por instantes me atrevo a mirar a través de la ventana, a través del reflejo de mi frágil existencia… para sacar más sonidos y silencios entremezclados que sigan ahuyentando a esas sombras.

viernes, mayo 25, 2018


CAPÍTULO 1

Desde hace años me diagnosticaron una extraña enfermedad en la piel. Una especie de hipersensibilidad a la luz del Sol, no había día que no gritara: ¡Maldita luz ultravioleta!
De niño y aún en la etapa de juventud, tenía que estar siempre bien abrigado, con guantes, utilizar bloqueadores solares especiales, antihistamínicos y una larga lista de medicamentos que aunque se suponía debían ayudarme, iban menguando mi salud de una forma lenta pero severa. Aunado a ello, las burlas tan hirientes en la etapa de la niñez ocasionaron un aislamiento extremo de mi ser, hasta el punto de a veces no salir en varios días y solo estar acompañado de los ecos de mi silencio. Este aislamiento se extendió hasta después de la adolescencia dejándome una marca de hastío de la vida.
Por un tiempo, los médicos pensaron que tenía una especie de xerodermia o inclusive enfermedades más extravagantes de la piel. Dermatólogos me examinaron en incontables ocasiones, hasta que un grupo de especialistas después de estudios más extensos llegaron a la conclusión, aunque no mostrándose convencidos, de que tenía un caso muy extraño dentro de una enfermedad muy extraña denominada porfiria en la que se presentaba un exceso de proteínas del mismo nombre que al acumularse en mi piel y verse afectadas por la luz solar destruían parte de mis tejidos a tal punto de sentir que me quemaba. Pero eso no era todo, estas porfirias al reducir drásticamente la hemoglobina en mi sangre, producían una increíble palidez que resaltaba mi ya de por sí tono de piel tan blanco, dándome un aire de envejecimiento prematuro. Además de esto, la reducción de hemoglobina me provocó anemia y como no me exponía a la luz solar también tenía una severa falta de vitamina D, por lo que mi porte era cansino sin mencionar los recurrentes terribles dolores musculares de los que era prisionero.
 De aquí se explica mi deambular por las noches en una vida nocturna forzada. Aunque mis medicamentos incluían hierro, dosis de la enzima hematina que funcionaba como catalizador para regular mis niveles de glóbulos rojos y fármacos adicionales, tenía  también que seguir una estricta dieta en la que evitaba alimentos como el ajo y otros que afectaran el proceso de coagulación de la sangre.  Admito que me sentía perdido aunque eso sí, había aumentado un poco más mi vida diurna.

Una noche, al deambular por algunos bares de la zona centro de la ciudad me topé con una chava de aproximadamente 25 años que dijo llamarse Ángela, por azares del destino (o por casualidad-coincidencia, para quien no crea en la palabra destino) ahí estábamos, los dos platicando, hasta que la alarma de mi celular alertó que debía regresar a casa, apenas tenía tiempo de llegar antes del amanecer, amanecer que el Instituto de Meteorología había indicado con precisión en los últimos años. Mi forma de reaccionar al ver la hora fue casualmente igual que la manera de reaccionar de Ángela. Nos despedimos, intercambiamos números de celular y partimos raudamente cada quien siguiendo su camino.
Días después nos volvimos a ver, qué placentero es encontrar a alguien con tus mismos prejuicios. En esa ocasión, tal vez por la confianza que se había generado rápidamente, ella me confesó que en un par de años cumpliría medio siglo de vida, al ver mi rostro incrédulo (se veía de 25), no pudo decir otra cosa más que se le había subido el alcohol en la sangre. Solo se había tomado una cerveza. Por un momento me vino a la mente, que yo tampoco tomaba mucho debido a mi condición. La charla continuó de forma amena, sin contar ese incidente.
Algo pasó la siguiente ocasión que nos vimos, el final de la noche se desencadenó con una avalancha frenética de besos que nos transportaron a su departamento. Con la pasión desbordada, nos terminamos de desvestir ya en el lecho de la lujuria y ahí una y otra vez, mi miembro erecto la penetró, fundiéndonos en uno, a punto de estallar y con la respiración entrecortada, nos miramos a los ojos al momento que una explosión de energía nos cubrió. Transcurrieron algunos minutos cuando me percaté de la hora, tenía que huir. Estaba a punto de salir el Sol. Me despedí pidiéndole disculpas por la manera impertinente en que me retiraba prometiendo explicarle después. Tomé un uber tratando de llegar pronto a casa sin conseguirlo, por lo que al día siguiente aparecieron  las marcas que el Sol solía dejarme como recuerdo cuando salía de mi rutina nocturna.
Ya en la tarde del día siguiente, cavilando, me percaté que nuestros encuentros habían sido nocturnos, yo tenía esa restricción, ¿pero ella? ¿Por qué no había propuesto que nos viéramos de día? Las sospechas se apoderaban de mí. Todo tendría que quedar aclarado la siguiente vez que nos encontráramos.
Un par de días después, nos volvimos a encontrar, después de un rato de charla y accidentalmente revelarse una de mis marcas, ella me comentó, de una forma bastante expresiva: ¡Yo porto la maldición que tú también cargas en tu aciago sino! Al yo quedar anonadado, me llevó a la única luz del Sol que no me lastimaba, la reflejada por la Luna y me mostró pequeñas marcas similares a la mía pero ya prácticamente indistinguibles, afirmando que eran del día que nos conocimos. Impresionado quedé, yo nunca sanaba tan rápido de esas quemaduras.
23 años han pasado desde la primera vez que probé la sangre, con esas palabras crudas comenzó a relatarme su historia. Un halo de juventud me ha acompañado desde entonces. La piel agrietada y pálida, los dolores musculares, las quemaduras, todo se desvanecía al aprovechar la enzima hematina presente en la sangre que bebía algunas veces al mes. Al cobijo de la noche caminamos y caminamos, siempre con música rock de fondo en nuestros celulares, hasta llegar a un rincón donde la pasión se desbordó, con un poco de sangre de por medio, nuestro encuentro sexual de ese día fue una erupción de sangre y energía que enmarcó el momento. El sexo tuvo un matiz diferente, el placer exponencial al involucrar un poco del elixir de la vida hizo cimbrar nuestras almas.

Algo había cambiado, aunque no teníamos colmillos afilados, aunque nuestros reflejos en el espejo seguían presentes solo que menos pálidos, aunque eramos una especie de "vampiros" modernos (o tal vez solo éramos la expresión del nacimiento del mito vampírico), algo había cambiado...

CAPÍTULO 2

Si bien preferíamos comprar sangre en bancos, el sabor de la sangre era distinto cuando se extraía de una vena y cuando se extraía de una artería. Al final de cuentas, dentro de la perfección de la imperfecta máquina humana, el hígado y demás organismos cumplen con su función.

... Continuará

miércoles, abril 25, 2018

REGRESIÓN


¡Se sintió horrible! Por un momento pensé que sería mejor que pudrirse lentamente, que desvanecerse como presa del tiempo en un cajón de madera, pero no. Al principio todo marchaba bien, inmóvil, rígido, hasta que la temperatura empezó a aumentar, de por sí nunca fui bueno para soportar el calor, pero no me imaginé que esto fuese así, ¿qué podía pasar? Al fin y al cabo ya no sentía nada.

Sin embargo, la agonía empezó a abordarme, el calor provocó que despertara del sueño eterno al menos por un instante, eso sentí. Golpeé, golpeé muy fuerte y desgarré mi garganta tratando de ser escuchado, gritando que me sacaran, que detuvieran el fuego, pero nada. Sentía que el sudor me empapaba tanto como el miedo, esto era lo más parecido al infierno y la temperatura no dejaba de aumentar, parecía como si cada segundo ahí fuera el equivalente al aumento en un grado centígrado.

El olor no lo olvidaré, si es que llego a recordar algo después, si es que llego a recordar algo ya estando en otro lugar, en otra vida, uno nunca sabe. La piel me empezó a quemar tanto que quería arrancarla, pero me aterraba más ese olor a carne quemada, ese hedor, me provocaba tantas náuseas y sentía la garganta tan cerrada que me estaba asfixiando, ¿pero cómo?, ¿acaso era posible eso? Mi piel hirviendo me hacía delirar, todo lo que había sudado, el humo en el que se convertía mi piel. No tenía sentido ya pensar, nada que pensar. Solo ese sofocante calor que derretía mi piel y mis esperanzas, mis sueños, que derretía todo, todo lo que alguna vez creí que era.

¡Sentí una sacudida! Una conmoción.

De repente abrí los ojos, como sintiendo que volvía a despertar, recuperando el aire para respirar. Desconcertado, vi a esa mujer aterrada en el rincón de la habitación, afónica de tanto gritar, con los ojos llenos de miedo, llorando. Ella era la psiquiatra que me estaba atendiendo, era la persona que me había hipnotizado, que intentaba recuperar mis recuerdos, la persona encargada de mi regresión. Nunca se percató que me hizo recordar más de lo permitido.

Fue el olor de mi piel después de la cremación lo que le hizo perder la razón, ese olor que se extendió por todo su consultorio. Ese olor y sobre todo el humo que nuevamente salía de mi piel, ese humo que me hizo recordar de nuevo lo que antes fui. Ese olor y ese humo que enmarcaron mi final.

La alarma de humo estaba sonando.

domingo, abril 22, 2018

PARÁLISIS


¡Maldita sea! No me puedo mover, solo veo oscuridad. ¿Será un estado de catalepsia? ¿Estaré ya enterrado en mi ataúd? Todo comenzó estando a punto de caer en los recovecos del sueño cuando de repente sentí una opresión, mi cuerpo empezó a tensarse, intenté moverme, forcejear contra las fuerzas que me mantenían inmóvil, pero era inútil, la angustia comenzó a crecer en mí. ¿Qué extraña y aciaga suerte me deparaba?, ¿estaría comenzando la etapa REM del sueño?, ¿pero cómo sería posible si apenas iba a cerrar los ojos, en plena etapa de adormecimiento?, ¿sería una forma de alucinación hipnagógica?, ¿o acaso así empezó el sueño que llegó a aterrarme tanto?
A pesar de saber como neurólogo que los síntomas de la parálisis del sueño se deben a que los neurotransmisores glicina y gaba son los encargados de apagar el sistema motor, algo no cuadraba, no sentía que fuera un caso típico de parálisis, ¿acaso estaba alucinando? ¡Pero si casi puedo asegurar que había una presencia! El pánico se apoderó de mí, sabía que debía forzar a mi cerebro a que mandara la señal, el impulso para despertar, para reaccionar, pero nada. Traté primero de relajarme, y al no ver resultado satisfactorio traté de morder mis labios como intento desesperado por conseguir una respuesta positiva de mi organismo, que la respuesta muscular se hiciera presente, pero lo único que se hizo más fuerte fue la presencia que evitaba mis movimientos, ¡esa maldita presencia posándose sobre mi cama se hizo más intensa!
El llegar a sentir cómo mi piel era tocada fue lo que hizo estremecer hasta lo más profundo de mi alma y esa mirada que sentía sobre mí, aunque sabía como neurólogo que era un síntoma común de la parálisis, se sentía tan real que erizó mi piel. Me empecé a repetir a mí mismo, "tranquilízate, tranquilízate, tranquilízate", hasta que escuché un susurro diciendo: "Nooo". Posteriormente, sentí cómo aquella presencia se levantó de la cama y se fue alejando lentamente, pero amenazando con volver.
Hasta la fecha duermo con miedo de que aquella presencia vuelva por mí, hasta la fecha mis colegas neurólogos y psicólogos me insisten que son los típicos síntomas de la parálisis del sueño, mi lado científico lo acepta, lo sabe, pero hay otra parte de mí que no lo puede entender, que sabe que algún día la presencia me estará esperando pacientemente a que me recueste y cierre los ojos.

viernes, marzo 30, 2018

PÁGINA 17


Y el poeta escribió todo lo que pudo, todo sobre la musa que nunca conoció, dejando una hoja en blanco, sin letras, sin imágenes, todos los silencios. La hoja quedó muda, sin nada que leer. Sin ojos que la recorrieran, sin miradas que la observaran.
La gente pensó que era un error de imprenta, ¡Cómo una hoja en blanco, nada más con el número de página! La página 17. Sin saber que fue un poema nunca escrito, ahogado, musitando su ignoto nombre cual susurro de la noche, gritando los silencios a la musa que nunca lo visitó ni en la más aciaga noche, ni en el más solemne día, ni en el más abstracto sueño.
Silente ante la musa que nunca escuchó.

Esa fue su mejor obra.

COMO UN GRANO DE ARENA


¿El universo es como un desierto donde cada estrella es como un grano de arena?
Si es así, entonces el borde de la playa donde el mar remueve la arena es como el borde del universo donde la luz al llegar remueve al tiempo.
Si es así, la distancia entre un grano y otro, esa minúscula distancia, no es más que la distancia entre las galaxias.
Si es así, la espuma de mar es como las ráfagas lanzadas por las estrellas.
Si es así, la sombra de cada grano es como los eclipses en todas direcciones.
Si es así, las huellas que dejo al caminar rompen la continuidad del espacio tiempo en el mar de universos.

DESDOBLARTE

Poder extenderte hasta casi tocar la noche
poder desdoblarte en espiral.

jueves, marzo 29, 2018

Y YO AQUÍ


Esa delgada línea en el horizonte, inalcanzable, que al estirar el brazo pareciera que puedo tocarla con mis dedos, pero no es así, yace distante, difuminada y yo aquí atemporal.

NO OLVIDES


No olvides la noche
y ninguno de sus pasos
silenciosos, oníricos
... desvelados.

'DÓNDE BUSCARLA?


La Luna insiste en que salgan mis colmillos, entre las nubes se escurre, insinuando, persistiendo.
¿Y dónde buscarla a media noche?
Deslizándome entre silencios, furtivamente.
Así, hasta clavar la herida, la piel.

INSOLENCIA

¿Y dónde quedó la insolencia de nuestra adolescencia?

IRÓNICO

¿Habrá algo más irónico que la vida misma?

RECÓNDITO


En lo recóndito de lo inmensurable
entre lo efímero y lo eterno
Ahí, donde la cordura se desangra
donde la noche y el día se encuentran
donde el tiempo se dilata
en los recovecos de lo inimaginable
allá entre espacios yermos
donde la materia se descarna
en brazos del olvido, en lontananza
Ahí habitamos, como presas de nosotros mismos
cautivos, con grilletes en la mente.

DELEITES

Los deleites del alma quedan marginados a instantes fugaces escondidos en la memoria.

EL BORDE


El borde que pisas, esa cornisa, es el fin del mundo, pero como la tierra es redonda también es el comienzo.

jueves, febrero 22, 2018

LIENZO

Si mi lienzo va a ser tu piel, escribiré hasta el último suspiro.