miércoles, abril 25, 2018

REGRESIÓN


¡Se sintió horrible! Por un momento pensé que sería mejor que pudrirse lentamente, que desvanecerse como presa del tiempo en un cajón de madera, pero no. Al principio todo marchaba bien, inmóvil, rígido, hasta que la temperatura empezó a aumentar, de por sí nunca fui bueno para soportar el calor, pero no me imaginé que esto fuese así, ¿qué podía pasar? Al fin y al cabo ya no sentía nada.

Sin embargo, la agonía empezó a abordarme, el calor provocó que despertara del sueño eterno al menos por un instante, eso sentí. Golpeé, golpeé muy fuerte y desgarré mi garganta tratando de ser escuchado, gritando que me sacaran, que detuvieran el fuego, pero nada. Sentía que el sudor me empapaba tanto como el miedo, esto era lo más parecido al infierno y la temperatura no dejaba de aumentar, parecía como si cada segundo ahí fuera el equivalente al aumento en un grado centígrado.

El olor no lo olvidaré, si es que llego a recordar algo después, si es que llego a recordar algo ya estando en otro lugar, en otra vida, uno nunca sabe. La piel me empezó a quemar tanto que quería arrancarla, pero me aterraba más ese olor a carne quemada, ese hedor, me provocaba tantas náuseas y sentía la garganta tan cerrada que me estaba asfixiando, ¿pero cómo?, ¿acaso era posible eso? Mi piel hirviendo me hacía delirar, todo lo que había sudado, el humo en el que se convertía mi piel. No tenía sentido ya pensar, nada que pensar. Solo ese sofocante calor que derretía mi piel y mis esperanzas, mis sueños, que derretía todo, todo lo que alguna vez creí que era.

¡Sentí una sacudida! Una conmoción.

De repente abrí los ojos, como sintiendo que volvía a despertar, recuperando el aire para respirar. Desconcertado, vi a esa mujer aterrada en el rincón de la habitación, afónica de tanto gritar, con los ojos llenos de miedo, llorando. Ella era la psiquiatra que me estaba atendiendo, era la persona que me había hipnotizado, que intentaba recuperar mis recuerdos, la persona encargada de mi regresión. Nunca se percató que me hizo recordar más de lo permitido.

Fue el olor de mi piel después de la cremación lo que le hizo perder la razón, ese olor que se extendió por todo su consultorio. Ese olor y sobre todo el humo que nuevamente salía de mi piel, ese humo que me hizo recordar de nuevo lo que antes fui. Ese olor y ese humo que enmarcaron mi final.

La alarma de humo estaba sonando.

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