Y el poeta escribió todo lo que pudo, todo sobre la musa que
nunca conoció, dejando una hoja en blanco, sin letras, sin imágenes, todos los
silencios. La hoja quedó muda, sin nada que leer. Sin ojos que la recorrieran,
sin miradas que la observaran.
La gente pensó que era un error de imprenta, ¡Cómo una hoja
en blanco, nada más con el número de página! La página 17. Sin saber que fue un
poema nunca escrito, ahogado, musitando su ignoto nombre cual susurro de la
noche, gritando los silencios a la musa que nunca lo visitó ni en la más aciaga
noche, ni en el más solemne día, ni en el más abstracto sueño.
Silente ante la musa que nunca escuchó.
Esa fue su mejor obra.
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