domingo, abril 06, 2014

EL ABISMO

Con paso vacilante deambulaba por esa rúa, no recuerdo el motivo que me orilló a eso pero el hecho es que ahí estaba, siguiendo esa ruta difuminada por la desgastada luz. Esa luz que por instantes parecía como si intentase estirarse hasta rozar las sombras. Con esas sombras que se entrelazaban, con el silencio abrazando a esa lúgubre atmósfera, no me percaté cuando esa rúa desapareció; cuando solo quedo un camino, cuando el camino se volvió un pésimo sendero, cuando el sendero se tornó un despojo de veredas sin rastro.
Aun así caminaba, por momentos ni el eco escuchaba; con la pesadez llegué incluso a sentir que reptaba. Y durante todo el camino, esa presencia, se sentía. No es que estuviera perdiendo la razón, en verdad había algo en el aire. Algo que por instantes me enchinaba la piel y acalambraba mis pensamientos.
Perdí la cuenta de las horas y minutos que habían transcurrido, pero conforme se deslizaban los granos de arena en el reloj del perenne tiempo, cada vez se sentía más frío. El manto de la noche presentaba un color extraño, como si se estuviera resquebrajando mientras la Luna pálida mostraba un rostro descompuesto.
Después de un lapso en el que había estado forjando un pacto entre la serenidad y el ansia, mientras seguía caminando, quedé estupefacto ante lo que veía: A lo lejos divisé unas montañas, unas descollantes montañas que se extendían hasta rasgar el horizonte con formas tan irregulares como si hubiesen sido talladas por el caos y el capricho del tiempo.
Conforme me fui acercando contemplé lo escarpadas que estaban sus faldas, las cuales presentaban un color desgastado, como decolorado por la ausencia de sol. En ese paraje, la cordura estaba desangrada, quizás enclaustrada en lo más recóndito.

Comencé a sentir una alienación, ese instante en el que se quiebra la razón…

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